En la Memoria . . . . . de l@s veteran@s de Scorpio 71.

No tocaba.  Amarga sorpresa.

Justo a unos jóvenes 65 años ¿?.  Recibo un mensaje de Nacho “Ha fallecido CHUCHI”.

Abro el periódico y efectivamente: -Una semblanza del “Destacado Catedrático de Derecho Penal, Luis Gracia Martín”  y dos esquelas.  Cojo el coche y voy al tanatorio de Torrero.  Transmito a su hijo y a su mujer el afecto y la condolencia de todos sus amigos de Scorpio 71 y  colocamos a sus pies, una camiseta del Club que he llevado, para que le acompañe en su trayectoria final. (ya, una tontería,  producto de la emoción y tristeza).

Luis para sus amigos de Scorpio 71, era Chuchi.

Allá por los 69/70 el destacado atleta y entrenador Perico Savirón, decidió abandonar los entrenamientos y apartarse del Atletismo, pasándome un pequeño grupo de jovencitos ya iniciados en los Juegos Escolares, en el que destacaban tres futuros atletas:  Solanas, Rifaterra y Gracia.

Uno era un “bambi” largo y frágil, otro un visceral competitivo y el más joven y pequeño era Chuchi (Luis Gracia Martín), éste un cachondo dotado de una gran capacidad de coordinación y aprendizaje (se inició en Pértiga y Altura -ya con Fobsbury flop- captando las complejas técnicas con rapidez y perfección.

Fue un@ de l@s 42 fundadores del Club de Atletismo Scorpio el 4 de noviembre del 71..

Con 15/16 años -ellos-, unidos por múltiples razones y viéndonos en los entrenamientos, prácticamente todos los días, se formó un grupo de gran calidad, que en velocidad y saltos, eran la base del nuevo Club. Ayudar a formarles y entrenarles, era para mí,

MI realización personal, una tarea divertida y gratificante.  Nuestra relación y amistad se forjó en unos años maravillosos, salpicados de competiciones, viajes, celebraciones y “costilladas”. También con las alegrías y tristezas propias del deporte como elemento de formación y aprendizaje social.

 Luis fue el primero en ir abandonando los entrenamientos, pero manteniendo la relación con sus compañeros de edad y conmigo, su entrenador.

Cada cual fue tomando su camino vital y no era necesario mantener una relación continuada, para seguir queriéndonos mucho.  Cada encuentro casual por las calles de Zaragoza (que no fueron pocos), nos abrazábamos, recordando aquellos felices años y actualizando nuestras situaciones personales.

Buena persona, muy humano e inteligente, con una sonrisa siempre en el gesto y esa alegría contagiosa tan suya. Nos ha dejado a todos, prematuramente y sin publicidad.

Un aneurisma en la aorta, una operación de urgencia y en ella, una desagradable sorpresa: metástasis generalizada (el p . . . cáncer) y en “cuatro días”, -como me dijo su hijo-, dejó todos sus temas pendientes (que no serían pocos) y se fue al grupo de los buenos, a seguir dando lecciones humanísticas de Justicia Penal. Descansa, descansa.

(Tu amigo y entrenador, Pedro Pablo).

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